Afectado por la polio cuando era niño, Miguel Nonay ha ido siempre en silla de ruedas, pero transformó su situación en una oportunidad haciéndose prescriptor de sitios vacacionales accesibles

Nonay, a bordo de una silla anfibia en Castellón. (Miguel Nonay)

Es habitual ir de vacaciones y encontrarse con hoteles, restaurantes o tiendas con el siguiente distintivo:

Pero ¿qué nos dice realmente esta pegatina sobre la comodidad de un sitio vacacional? Puede que esa rampa que lleva hasta la recepción del hotel sea la única, o que la ducha no esté suficientemente preparada. Lo mismo pasa con las playas. Los cánones para declarar una accesible no han sido hasta ahora demasiado estrictos: algunas tienen una plataforma de madera que termina a 50 metros de la orilla y otras, en cambio, disponen de todo tipo de material y personal de auxilio para discapacitados e incluso cuentan con señalización para personas que tienen además problemas de visión.

Igual que ha pasado con los restaurantes o con las peluquerías caninas, en un contexto de abundancia de oferta, el público demanda un faro que le guíe, y en el mundo de la accesibilidad en vacaciones, ese prescriptor es Miguel Nonay, un maño que desde los ocho meses, cuando fue víctima de un brote de polio, se mueve en silla de ruedas. Lejos de achantarse, ha convertido su necesidad en virtud y desde hace años se dedica a viajar de aquí para allá probando destinos para personas con movilidad reducida.

Es un ‘influencer’ de la accesibilidad. «Mis vacaciones son siempre de trabajo», dice Nonay a El Confidencial. «Y me organizo yo mis viajes, para que se equivoquen otros por mí me equivoco yo, solamente hablo de lo que conozco y publico donde he estado».

SOUND ON: Lugares de @costa_adeje en Tenerife Sur con #silladeruedas . Toda la info de esta visita y de este viaje en el link https://t.co/EVWFvqpJ7o Gracias a @adeje y Costa Adeje por contratarnos para este trabajo. Gracias a todos por acompañarnos 😀 @Fu_Turismo @canarias_es pic.twitter.com/lkRifMBDSi— Miguel Nonay (@asaltodemata) June 13, 2019

Le llaman desde hoteles que acaban de inaugurarse o desde las instituciones, para comprobar la accesibilidad playera de la que presumen. En teoría, nuestro país cuenta con, al menos, 636 playas —a esta cifra hay que sumar las del País Vasco, única comunidad costera que no publica ‘online’ este listado— que presumen de estar habilitadas para personas con movilidad reducida, pero Nonay pronto comprobó que el distintivo azul no lo es todo. De hecho, no es casi nada. «Hace unos años iba a playas con el símbolo de accesible pero apenas había una plataforma de madera, que además en el Mediterráneo se te podía formar un temporal que la acabara volcando, no había nada más: ni sillas anfibias, ni puesto de la Cruz Roja…».

Playas accesibles: no son todas las que están

De esas 636 playas que se promocionan como accesibles, Cruz Roja —entidad que suele suscribir contratos con muchos ayuntamientos para prestar los servicios de salvamento y emergencias— reduce esa cifra a unas 140, pero en realidad solamente son 39 las que cuentan además con personal para ayudar a transferir a los bañistas, o simplemente para vigilarlos con el fin de evitar cualquier susto.

«Uno de los requisitos que yo uso para denominar a ese punto accesible es que esté al lado del puesto de la Cruz Roja o de la entidad que se dedique al socorrismo, yo no considero una playa accesible si no hay un punto donde te puedan ayudar», dice Nonay, «porque la mayoría de la gente con movilidad reducida, como el propio nombre indica, tenemos la movilidad reducida: necesitamos que nos transfieran a la silla anfibia y yo, por ejemplo, nado y buceo perfectamente pero hay gente que no y alguien tiene que quedarse con ellos para estabilizarlos».

Sin embargo, hace unos siete u ocho años, comprobó en Lloret de Mar que algo estaba cambiando. La cantidad de lugares a los que podía acceder con su silla iba ampliándose. «Ya no únicamente se adaptan para las personas que tenemos movilidad reducida, sino para personas con otro tipo de discapacidades», dice. Actualmente ha probado playas desde Gerona hasta Almería, y también por la cornisa cantábrica. «No tenemos nada que envidiar a ningún país de Europa», afirma Nonay.

El año pasado recibí más de 9.000 e-mails de gente preguntándome dudas

En su página, Viajeros Sin Límite, analiza destinos vacacionales accesibles dentro y fuera de España. No exageramos cuando decimos que se ha convertido en un gurú del tema: «El año pasado recibí más de 9.000 e-mails de gente preguntándome dudas«, dice. Este verano ha estado ya en Tenerife, la región checa de Moravia, en Chilches —una playa de Castellón, cuya diputación provincial le ha contratado en el pasado para poner a prueba la accesibilidad de sus playas— y finalmente, en septiembre, «nos iremos de vacaciones/trabajo en AVE a tres ciudades francesas y terminaremos el mes por Cádiz, que como es la segunda quincena probablemente ya no nos encontremos la playa accesible, pese a que en septiembre hace un tiempo estupendo allí».

Accesible solo en temporada alta

Este es precisamente el gran problema del turismo accesible, que solo dura del 1 de julio al 15 de septiembre. Para Nonay esto resulta chocante dado que muchas de las personas con movilidad reducida no son discapacitados o accidentados, sino simplemente pensionistas que han ido perdiendo independencia con la edad.

«Por un lado quieren desestacionalizar el turismo, además muchas de estas personas tienen capacidad de viajar fuera de temporada alta, pero luego llegan a la playa y se encuentran el punto accesible cerrado», explica. «En muchos sitios donde el buen tiempo se alarga, como puede ser la costa de Alicante, Almería o Málaga, los puntos accesibles solo funcionan en temporada alta. No digo que funcionen en marzo, pero ¿por qué no alargarlos hasta octubre?».

La Comunidad Valenciana es una de las pocas que ofrece información en este sentido sobre la accesibilidad de sus playas. Las últimas tendencias para discapacitados incluyen una manguera con la que echan agua por encima a los bañistas para quitarles la sal, lo que les evita tener que ser transferidos al asiento de la ducha, luego otra vez a la silla de ruedas, luego al cambiador y luego a la silla de nuevo.

Además de las ya habituales sillas anfibias ahora se han puesto de moda las muletas anfibias e incluso los asientos circulares a la orilla del mar. «Cada vez estos sitios son más acogedores y sobre todo te hacen sentir bien, como cualquier otra persona», dice el ‘influencer’ de la accesibilidad.

Lo más importante

¿Qué debe tener en cuenta una persona con movilidad reducida antes de escoger un sitio de vacaciones? Para Nonay, lo fundamental es el hotel, luego dónde se puede comer o cenar, y por último el ocio: «Dónde puedo bañarme, qué senderos puedo hacer con mi ‘hand bike’ o qué cosas puedo ver», explica.

Aunque parte de su trabajo consiste en ir a hoteles que acaban de abrir para probarlos y contar su experiencia, algo que sí suele hacer al reservar una habitación accesible por internet es llamar inmediatamente al hotel para confirmar. «Cuando me contrata algún hotel les digo «no tengáis miedo a sacar fotografías de la habitación adaptada, porque así te haces una idea de si es ducha o bañera, de si te puedes transferir… y es una pena porque hay hoteles con adaptaciones que son auténticas maravillas, para sentirte como un cliente sin problema alguno».

Eso sí, este tipo de turismo te lleva inevitablemente a lugares de costa con multitud de hoteles, nada de casas de campo o lugares recónditos. «Por ejemplo en Chilches, que es una playa muy pequeñita, el único hándicap es que el único hostal con habitación accesible está a unos cinco kilómetros de la playa, por lo que tienes que ser precavido y reservar de un año para otro».

Fuente: El Confidencial