Vicente Eduardo Díaz y Patricia Pérez tratan de visibilizar en su proyecto Inclusión Enrollada en Acción la poca conciencia sobre accesibilidad que sigue existiendo en administraciones y vecinos. Resaltan que este tema no afecta solo a ciudadanos con discapacidad; también lastra la vida, por ejemplo, de personas mayores.

Vicente Eduardo Díaz Reyes requiere de una silla de ruedas para su movilidad. Patricia Pérez Rivero no, pero su conciencia le hace luchar por visibilizar una ciudad que en pleno siglo XXI debe despojarse de una mentalidad antigua e implicarse de verdad en un proyecto real de accesibilidad. «Nuestro mensaje no solo habla de las personas con discapacidad», quiere enfocar Pérez, que añade que «por ejemplo, las personas mayores también son víctimas de este problema».

Patricia y Vicente forman parte de la Plataforma de Personas con Movilidad y Comunicación Reducida de Canarias, de la que ella es presidenta. Es un colectivo inquieto, con el que el ciudadano puede contactar fácilmente a través de Inclusión Enrollada en Acción, su página en Facebook. Sus actividades para visibilizar este asunto han sido tan impactantes como llegar hasta el Roque Nublo en silla de ruedas. Y cuenta con programas como Callejeando o Senderos y barreras, documentados y didácticos, que ya se están exponiendo en colegios y esperan llevar pronto hasta institutos y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Patricia Pérez espera que todas estas acciones sirvan para avanzar, pero admite que se está muy lejos. Cuando se le pregunta por Las Palmas de Gran Canaria resalta que «está llena de obstáculos. Parece una yincana. Hay muchas barreras humanas, porque también hay que destacar que en muchas ocasiones se trata de civismo», indica.

También entiende que hay tanta falta de respeto a la legislación como vigilancia y exigencia para garantizar su cumplimiento. «Hay pocos comercios en la ciudad que estén adaptados, en la restauración también hay muchos negocios que no son accesibles. Es verdad que se ha avanzado mucho en relación a cómo estaban las cosas hace unas décadas, pero tenemos que tener muy claro que todavía estamos muy lejos del objetivo de conseguir una ciudad que sea accesible para todas las personas, y cuando digo esto siempre me gusta incidir en que no hablamos solo de las personas con discapacidad, podemos vernos todos afectados por estas barreras en un momento dado», subraya.

Por situar algunas de sus actuaciones recientes, en febrero se sumergieron en el barrio de Schamann, yendo desde Pedro Infinito a Cuatro Cañones. La conclusión la pueden ver en un vídeo en sus redes sociales. «Tal vez parezca que no hay barreras pero los árboles, letreros, farolas, bancos y demás mobiliario sino se distribuyen bien para las personas con discapacidad visual puede ser un auténtico laberinto», subrayan y extrapolan a muchas partes de la capital. 300 metros por carretera.

Vicente Eduardo Díaz Reyes vive en el barrio de Casablanca 3. Allí tiene serios problemas para desplazarse por las aceras, y cuenta que hasta llegar a un punto seguro para su movilidad tiene que recorrer un tramo de unos 300 metros por carretera en su silla de ruedas.

Este problema, documentado, se le ha trasladado a Inmaculada Medina, como concejala responsable del área de Fomento del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, pero no le han podido encontrar una solución. «La respuesta que recibió es que esa es competencia concreta del Gobierno de Canarias. Y ese es un problema con el que nos encontramos en muchas ocasiones cuando pretendemos abordar las necesidades y las mejores que se requieren para accesibilidad, como muchas carreteras o accesos son de distintas administraciones públicas y es muy complicado conseguir conciliar sus competencias para resolver los problemas», expone Patricia Pérez, como presidenta de Plataforma de Personas con Movilidad y Comunicación Reducida de Canaria.

Fuente: Canarias 7